Una historia sin estreñimiento

Foto cortesia de www.pixabay.com

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Esta es una de esas historia que puedes leer sentado en el sofá, en la mesa del comedor, en el banco de un parque, o incluso,… en el W.C., porque precisamente trata sobre el inodoro, que es una de esas piezas de la que solo valoramos su importancia cuando la naturaleza pide a nuestro cuerpo descargar sus desechos metabólicos, pero que tiene un antigüedad tan larga como interesante.

Un artículo publicado en el sitio web Proyecto Salon-Hogar, relata como todo comenzó hace más de 4.000 mil años, cuando los cretenses usaron en el palacio real del Cnossos una especie de inodoro, que constaba de una cisterna y un canal de desagüe. Sin embargo, la falta de cloacas y sistemas de drenajes, hizo que durante cuatro milenios los desechos intestinales y la orina se volcase a la calle.

Hubo que esperar hasta el siglo XVI para que una verdadera revolución higiénica comenzará con el poeta inglés, John Harington, quien desarrolló, en 1597, el “wáter closet de válvula”, al que bautizó con el nombre de “Ajax” y que fue instalado en el palacio de la reina Isabel I, en Richmond. Como un dato curioso, se ha dado a conocer que a pesar de que el W.C. ha recibido infinidad de denominaciones, los campesinos ingleses continúan llamándolo “John”, en homenaje a su creador.

La innovación de John Harington generaría un interés científico por mejorar la forma de ir al baño. En 1775, John Cummins patentó un W.C. de cisterna, que fue perfeccionado tres años después por Samuel Prosse, con creación: la válvula esférica. Setenta años después, en virtud de un acta de Salud Pública puesta en circulación por el gobierno inglés, se obligó a los ciudadanos a instalar en todas las casas que se construyeran un servicio de inodoro. Hacia 1890, el inodoro ya había triunfado en toda Europa.

Por su parte, otros datos historiográficos sostienen que la historia del “cuarto de baño” comenzó en Escocia, hace más de 10.000 años. Se dice que los primeros hombres, considerados primitivos, a pesar de estar conscientes de la toxicidad de sus desechos, se instalaban cerca de las fuentes naturales de agua para expulsarlos. Esto cambio cuando los habitantes de las islas Oreadas, frente a la costa de ese país, construyeron los primeros sistemas tipo letrina, con el fin de alejar de sus hogares los desechos corporales. Fue así como se instalaron una suerte de tuberías que permitían una tosca, pero efectiva, conducción de las heces y la orina desde sus viviendas de piedra hasta los torrentes. Esto permitía, por primera vez, satisfacer las necesidades en el interior del hogar en lugar de tener que salir al exterior.

Fuente: Proyecto Salón-Hogar