Para algunas personas el acto de cocinar se divide en dos etapas: antes y después del horno de microondas. Las razones son muchas, pero las principales tienen que ver no solo con hecho de que redujo los tiempos requeridos para calentar ciertos alimentos, sino porque en muchos hogares sustituyó a los tradicionales hornos y a las cocinas a gas. Solo había que enchufar el microondas al tomacorriente y ya. Estas y otras razones, han convertido al horno de microondas en uno de los electrodomésticos más populares del siglo XX.
Desde este panorama, resulta divertido pensar que semejante acierto de la ciencia se haya originado gracias a un chocolate derretido, pero así fue. Un artículo posteado en el sitio web especializado, Tecnología e Informatika, relata que todo comenzó durante un proyecto de investigación relacionado con el radar, aproximadamente en el año 1946. En ese entonces el Dr. Percy Spencer, ingeniero de la Raytheon Corporation, notó algo muy peculiar mientras probaba un nuevo tubo al vacío llamado “magnetrón”: el chocolate que tenía dentro de uno de los bolsillos delanteros de su pantalón se había derretido.
Intrigado por el suceso y considerando que quizás lo de la barra de chocolate había sido circunstancial, Spencer hizo nuevamente el experimento, pero esta vez colocó semillas de maíz cerca del tubo. Como lo esperaba, los granos comenzaron a brincar y a explotar, esparciéndose por todo el laboratorio.
Entusiasmado por su descubrimiento, el científico decidió hacer un nuevo experimento, que consistía en colocar cerca del magnetrón un huevo de gallina. El resultado fue algo similar a los anteriores: debido al aumento de presión interna originada por el rápido aumento de la temperatura, el huevo estalló. Esto llevó al Dr. Spencer a concluir que lo acaecido con la barra de chocolate, el maíz y el huevo podía atribuirse a la exposición a la energía de baja intensidad de las microondas producidas por el magnetrón. Y si se podía cocinar tan rápidamente un huevo, ¿por qué no probar con otros alimentos?
Fue así, como el científico diseñó una especie de caja metálica, con una abertura a través de la cual introducía energía en forma de microondas. Esta energía, circulando dentro de la caja, no podía escapar y por lo tanto creaba un campo electromagnético de mayor densidad. Cuando colocaba alimentos en la caja, estos amentaban de temperatura a altas velocidades. De esta forma, el Dr. Spencer y su chocolate derretido había inventado lo que poco tiempo después revolucionaría la forma de cocinar y sentaría las bases de una industria multimillonaria: el horno de microondas.
Fuente: Tecnología e Informátika